VOLCANES NIPONES (I): EL FUJI, LA MONTAÑA SAGRADA



"Japón, mia que está leho Japón

Er Japón, mia que está leho Japón"

Japón, canción de No me pises que llevo chanclas


Pues sí, un pelín lejos sí que está, no son nuestras antípodas, pero casi casi. Viajar hasta allí no es tan complicado como parece, los problemas de comunicación -los kanjis o ideogramas son ininteligibles para nosotros- se suplen con la amabilidad de los japoneses -aun así, es frecuente encontrarte Lost in translation. Merece mucho la pena sumergirse unos días en la cultura de este país fascinante y divertido. En pocos lugares se hace palpable un contraste tan marcado entre tradición y modernidad. De la calma y el tiempo detenido de los santuarios sintoístas en medio de bosques de sugis a los trayectos en shinkansen, -los trenes-bala, eso sí que es ciencia ficción para viajeros extremeños-, o  la locura frenética del metro de Tokio -aquí vimos un adelanto del futuro que nos aguardaba: mascarillas y enganche enfermizo a los móviles.

País de samuráis, geishas y monjes budistas. En El elogio de la sombra, Tanizaki describe la belleza oriental comparada con el mundo occidental; hoy en día, paseando estupefactos por los barrios futuristas, a lo Blade runner, de Tokio nos damos cuenta de los cambio imparables de Japón. Amélie Nothomb nos cuenta en Estupor y temblores (el título se refiere a las emociones que un japonés debe sentir ante su emperador) sus desencuentros laborales cuando trabajaba allí, las contradicciones no faltan en este rincón del mundo tan extraño para los forasteros, los gaijinKaraokes, pachinkos, tiendas de electrónica, centros comerciales, otakus adictos al manga y al anime, que contrastan con la sensibilidad antigua del origami, el ikebana, la ceremonia del té, el teatro kabuki o el shodo (el arte milenario de la caligrafía japonesa). Los sabores umami de la cocina nipona ya están entre nosotros: suhi, sashimi, yakitori, ramen y otros muchos platos; pero es mucho mejor saborearlos en las inefables izakayas. Pues sí, muy muy recomendable viajar a Japón.


Mapa físico de Japón. Imagen tomada de la web www.freeworldmaps.net

Japón es un arco insular formado por más de seis mil islas, se encuentra a lo largo de la costa asiática del océano Pacífico. El archipiélago tiene una caprichosa forma de caballito de mar, sus islas principales de norte a sur son: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. Desde esta última isla se prolonga un rosario de más de ciento cincuenta pequeñas islas de clima tropical, Okinawa, que enlaza el país con Taiwan.

JAPÓN, sobre el Cinturón de fuego

El país del Sol Naciente se encuentra en uno de los lugares más activos, geológicamente hablando, del planeta, formando parte del llamado Cinturón de Fuego del Pacífico. La confluencia en este arco insular de cuatro grandes placas tectónicas (Placa Norteamericana, Placa Euroasiática, Placa Filipina y Placa Pacífica), que colisionan entre sí, explica la formación del archipiélago y  los fenómenos sísmicos y volcánicos que con frecuencia azotan al país. No es casualidad que la palabra tsunami, ya incorporada a todas las lenguas, sea de origen japonés.



Mapa con las 4 placas tectónicas que confluyen en Japón: Euroasiática, Norteamericana, Pacífica y Filipina. Imagen de GoogleEarth.

Japón cuenta con más de 200 volcanes, la mitad de los cuales están activos. No quiere esto decir que el riesgo volcánico sea muy elevado, afortunadamente los volcanes activos están debidamente monitorizados y las medidas de predicción y prevención funcionan muy bien en estos lugares tan desarrollados (no se puede decir lo mismo del riesgo sísmico, mucho más difícil de predecir y localizar, a todos se nos quedaron grabadas las imágenes apocalípticas del tsunami del 11 de marzo de 2011).



En esta primera entrada del blog viajamos y subimos al Fuji, la montaña emblemática de Japón, en la isla de Honshu. En la segunda parte  visitaremos el Monte Aso, Sakurajima y otros volcanes de la isla de Kyushu.

FUJI-SAN, la montaña sagrada de Japón

En el centro de Japón, en la isla de Honshu, no muy lejos de Tokio, se alza majestuoso el Monte Fuji, la montaña más alta del país, con su inconfundible silueta  cónica. Aunque hay una treintena de formas de referirse a él, el nombre correcto en japonés es FUJISAN. En occidente se conocía como Fujiyama por una mala interpretación de uno de los kanjis.

El Monte Fuji nevado, sobre un mar de nubes. Se puede ver el cráter Hei-zan sobre el flanco sudeste. Foto de Joe Jones tomada de Wikipedia.

Minanaro, el número mágico

El Fuji-san se eleva 3776 metros sobre el nivel del mar, esta cantidad, minanaro en japonés (de los kanjis mi -3-, na -7- y ro -6-), tiene un significado especial para los nipones que la memorizan como un símbolo de superación.


Cartel con las estaciones de subida al Fuji por la Ruta Fujinomiya.



El Fuji, con su inconfundible cono volcánico, es un estratovolcán, un tipo de volcán donde se alternan capas de lava endurecida con otras de piroclastos (bombas volcánicas, lapilli y cenizas). El edificio volcánico está formado por tres conos que pertenecen a diferentes periodos eruptivos: Komitake, Antiguo Fuji y Nuevo Fuji. El Fuji es un volcán activo de bajo riesgo, la última erupción importante tuvo lugar en 1707, en este episodio volcánico las cenizas cubrieron las calles de Edo (antiguo nombre de Tokio).

Sección del Monte Fuji. Se aprecian los tres conos volcánicos: 4- Komitake, 5- Antiguo Fuji (Kofuji) y 6- Nuevo Fuji (Shinfuji). Dibujo de Yoshimoto modificado por Luis Carcavilla.



Un grupo de yamabushis, ermitaños budistas que vivían en las montañas. Originalmente solo ellos podían subir al Monte Fuji. Dibujo de Soyo Nakajima. Wikipedia.

Con sus 3776 metros de altitud, el Monte Fuji es la montaña más alta de Japón. Su ascenso está permitido en los meses de julio y agosto, no hace falta ser Edurne Pasaban o Juanito Oiarzabal para intentarlo, cada verano más de 300.000 personas, en su mayoría japoneses, realizan la caminata. El ascenso no es complicado, pero resulta agotador, sobre todo por las retenciones que se producen en los caminos de los que está prohibido apartarse -como pudimos comprobar en muchas ocasiones a lo largo del viaje, los japoneses son muy disciplinados y respetan escrupulosamente las colas-. Son diez las estaciones hasta la cima, generalmente se parte de la 5ª estación (hay 4 rutas de subida al Fuji y por tanto cuatro 5ª estaciones de las que partir. Nosotros seguimos la ruta de Fujinomiya, cuyo comienzo se encuentra a 2.400 metros).







GORAI-KO, la llegada de la luz

La peregrinación a la cima del Fuji es toda una experiencia, se comienza al atardecer para llegar a la cumbre al amanecer. La salida del sol en la montaña sagrada se denomina Gorai-ko, que significa la llegada de la luz, es un momento mágico en el que comienza a verse el mar de nubes que queda montaña abajo.






Amaterasu es la deidad o kami más importante del panteón sintoísta, la diosa japonesa del sol y figura mítica del Sol Naciente representado por el disco rojo en su bandera. Según la tradición el emperador de Japón desciende directamente de esta diosa. Representa la fertilidad y hace que crezcan las plantas que dan vida a los humanos y a los kamis (para la religión sintoísta la tierra es un gran santuario y hay un kami o deidad en cada cosa).







La sombra del Fuji es alargada. El cono volcánico  proyecta su sombra sobre el mar de nubes.






El sendero de subida al Fuji se realiza, en teoría, en un periodo de entre 5 y 7 horas, pero la multitud de peregrinos somnolientos que como hormiguitas seguían el sendero nos llevó a completar el ascenso en 9 horas. La bajada también fue muy lenta por el atasco en el sendero donde nos cruzábamos con los que subían, otras 6 horitas hasta regresar a la 5ª estación.

Al fondo la cima del Monte Fuji (3776 m.s.n.m.).


El cráter principal del Monte Fuji.





Santuario sintoísta con un torii en la cima del Monte Fuji.

Un torii (puerta japonesa tradicional que suele ponerse a la entrada de un santuario sintoísta) en la proximidad de la cima del Fuji.






Al ascender una montaña, la temperatura y la humedad van cambiando y al mismo tiempo las plantas que crecen, son los llamados pisos de vegetación que forman la cliserie, característica para cada montaña. En el Fuji hay distintos tipos de bosque en las partes bajas con abetos, robles, hayas, sugis (árbol endémico de Japón que puede llegar a los 70 metros de altura), etc. Más arriba los árboles son sustituidos por arbustos y hierbas, y finalmente en la zona alpina solamente musgos y líquenes consiguen sobrevivir.

Cliserie, pisos de vegetación, de la cara Sur del Monte Fuji.




Una caminata exigente, como la del Fuji, no podría terminar de otra forma: primero poniéndonos a remojo en un onsen (los baños tradicionales japoneses, con aguas termales de origen volcánico) y después cenando en una izakaya (las divertidas y populares tabernas japonesas).

UKIYO-E, las pinturas del mundo flotante
El Fuji es algo más que la montaña sagrada de los japoneses, es un emblema del país, su imagen cónica e icónica se ha visto representada desde hace siglos en todo tipo de manifestaciones artísticas. Las representaciones más conocidas del volcán se las debemos a Hatsushika Hokusai (1760-1849), un pintor y grabador japonés adscrito a la escuela Ukiyo-e (literalmente "las pinturas del mundo flotante", en referencia a la felicidad de un mundo efímero y fugaz). Hokusai realizó  las xilografías Treinta y seis vistas del Monte Fuji y más tarde Cien vistas del Monte Fuji. Su grabado más conocido es, sin duda, La gran ola de Kanagawa.

La gran ola de Kanagawa. Hatsushika Hokusai. 1830

El Monte Fuji en tiempos claros. Hatsushika Hokusai.

Tormenta a los pies del Monte Fuji. Hatsushika Hokusai.

El Monte Fuji visto a través del puente Mann en Fukagawa. Hatsushika Hokusai.

Umezawa en la provincia de Sagami. Hatsushika Hokusai. En este grabado aparecen representadas las grullas (Grus japonensis), el ave más sagrada de Japón.

Billetes, monedas, todo tipo de diseño gráfico, por supuesto manga y anime, el Fuji está por todas partes.

Anverso y reverso del billete de 1000 yenes.




En el borde del cráter del Fuji, al fondo la cima (3776 m.s.n.m.).

Próximamente en este blog:

VOLCANES NIPONES (II):

KYUSHU, LA ISLA DE LOS CAPRICHOS VOLCÁNICOS



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